sábado, 28 de julio de 2012

Y así sería el mundo perfecto.

Iba caminando sola por el campo, camino a mi casa, la cual estaba a 5 o 6 calles más de la que me encontraba. Serían las 11 de la noche o así, la hora no me preocupaba mucho, ya que era verano y no tenía hora. Pero ese día me encontraba mal, quería volver a casa y llorar, no sé por qué, pero tenía muchísimas ganas de llorar. Justo en el momento en el que los sentimientos estaban a flor de piel, apareció un ruido. Parecían ruedas de skate. Cada vez se acercaban más. Puse música, ya que un amigo me dijo que la música ayuda cuando tienes miedo. No quería darme la vuelta. De repente pararon, y a los 10 segundos, alguien me tocó el hombro. Eché a correr. Jamás había corrido tanto en mi vida. Miré para atrás dos veces, y a la segunda vez lo vi. Llevaba una camiseta de Los Ramones y unos pitillos negros, era precioso. Entre eso y correr, me quedaba poco oxígeno, así que decidí despistarle metiéndome en medio de unos árboles que habían. Parecía un bosque. Ahora, el miedo se estaba convirtiendo en vergüenza, cualquier chica en su sano juicio hubiese parado al verlo en vez de seguir corriendo, pero, yo no estaba en mi sano juicio. Me senté y esperé a que desapareciera. Estuve unos 5 minutos allí, hasta que alguien me susurró al oído: 
- Si quitases la música me hubieses despistado más fácilmente.- "Mierda, la música", pensé, pero ya era demasiado tarde.
- ¿Qué quieres?.- Mi voz estaba entrecortada, y sonaba a miedo. Me giré y me puse frente a él. Parecía bastante alto.-¿Te dedicas a perseguir a niñas?.
- Ibas caminando sola, y creía que te pasaba algo. ¿Cómo te llamas?.- Se sentó enfrente mío, y se quedó observándome.
- Me llamo Helen. 
- Yo soy Carlos. ¿Vives aquí? 
- Para solo preocuparte por mi me estás preguntando demasiadas cosas.- Sonrió. Oh dios, su sonrisa era perfecta.
- Se ve que me has caído bien.- Me reí. Él a mi también, pero no podía decírselo, no aún.
- Si, vivo aquí. ¿Tú?.
- Vengo a pasar aquí los veranos, en casa de mis abuelos. 
- Entonces quizás nos veamos más a partir de ahora-. Me levanté, y me fui andando. Él vino detrás de mi, y me cogió del brazo. Yo me di la vuelta. 
-Te espero mañana a las 6 en los columpios azules, si no vienes, daré por echo que no quieres saber nada de mi, pero, en cambio, si estás allí, te haré feliz.- 
Salí corriendo. Estaba nerviosa. Había hablado una sola vez con él, y un par de mariposas, estaban ya revoloteando en mi estómago. Tenía entre manos una decisión difícil, ir, o no ir. Después de una noche sin pegar ojo, decidí ir. Faltaba media hora para las seis, pero no tardé mucho en vestirme, y a menos 5 salí de mi casa. Cuando llegué a los columpios se había pasado un minuto de las seis, pero allí no había nadie. "Quizás no sea puntual", pensé. Estuve allí 35 minutos, esperando, hasta que me cansé, y me fui. De camino a casa, solo pude pensar en lo estúpida que había sido al confiar en él. Al llegar a casa, me conecte a Tuenti, y vi que tenía una solicitud de amistad. Clické sobre ella. Era él. " Te he visto hoy donde te dije, pero no me he atrevido a ir, te he seguido a casa, y ahora mismo estoy en tu puerta". Salí corriendo a la puerta, y ahí estaba. Llevaba una camiseta verde a rayas negras, y unas bermudas. Me agarró de la mano, y me besó. 

¿Un sueño?

21 de Septiembre. Extremoduro. Murcia. Cuartel General de Artillería. Yo allí. Viéndolos. En primera fila. Llorando. Gritando sus versos. Me llevan a un universo en el que solo existen ellos, Robe, Uoho, Miguel y José Ignacio. La voz de Robe me hipnotiza, solamente soy capaz de escucharle a él, mientras otras mil personas gritan al compás, mi corazón le pertenece a él. Luego entra Uoho, que hace que cada uno de mis músculos se estremezca con cada nota. Siempre acompañados de Miguel y Jose Ignacio, marcando el ritmo siempre, cada uno con lo suyo. Termina el concierto. Ha sido lo mejor que he visto, oído y sentido en mi vida, estoy descompuesta, eufórica, no puedo parar de llorar. Cada nota y cada letra ha quedado grabada a fuego en mi mente, jamás se me olvidará. Ahora suena un poco de música tranquila, para relajar el ambiente. Estoy perdida. No encuentro a nadie de los que iba conmigo en esta multitud. Empieza a aparecer un miedo terrible que se apodera de mi. Todos los sentimientos de antes empiezan a irse. Ya no queda tanta gente.Me siento en una caja de cervezas que hay por ahí tirada. Llamo a mis amigos, pero no me lo cogen. Intento estabilizarme, así que paro de llorar. Justo en el momento en el que más sola me siento, aparece. Su larga melena hace que me vuelva loca. Se acerca. A mí. Se está acercando. No me lo puedo creer. Me tiemblan las manos. Pero ¡qué digo! me tiembla todo. Robe está dando pasos hacia mi. Me habla. Me dice hola. Me dice hola con la misma voz que antes cantaba "La Ley Innata" con todos sus movimientos, esa misma. Se dirige a mi. A mi. Yo no sé que hacer. Al final opto por responderle un tímido hola. Un hola. Había ensayado esta escena tanto tiempo durante al espejo, había ensayado discursos de 1 hora para él, me sabía su vida, y solo me ha salido un hola. Él me pregunta si he venido sola. Hago un gesto negativo con la cabeza. No me salen las palabras. Él coge otra caja de cervezas que hay tirada por ahí, y la pone a mi lado, sentándose luego en ella. Saca un cigarro y se lo pone entre sus labios. Esos labios que me hacen sentirme viva cuando se abren. -He visto como te emocionabas-. Me río. Estoy cómoda.

- No hay mucha gente como tú, que se emocione tanto con nuestra música.

- Lo que vosotros hacéis no es música.- Acabo de decirle una frase completa. Voy progresando.- Lo vuestro no tiene nombre.

-¿Cómo te llamas? A mi me conoce todo el mundo, pero a la que deberían conocer, es a ti.

-No creo que sea para tanto, solo soy una más.
- Eres única.
En ese momento, aparecen mis amigos riéndose, y se sorprenden al verme con Robe. Me llaman, y me dicen que vaya. Miro a Robe, él me mira, hace un gesto con la cabeza indicando que vaya, y dice:
-Ve, eres joven, disfruta de la vida. No te puedes quedar hablando aquí toda tu vida.- Se ríe. Me encanta como se ríe, me encanta. -Y recuerda, ama, ama, y ensancha el alma.

Voy llorando hasta donde están mis amigos sin mirar atrás, porque    sé, que si lo miro, jamás podré irme de allí.